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Cuánta tierra necesita un hombre adaptación de León Tolstói
Érase una vez, hace mucho tiempo, en un país muy lejano llamado Rusia, había un hombre llamado Pajom. Pajom era un campesino que vivía en una pequeña casa con su mujer y sus hijos. Pajom trabajaba la tierra para sembrar trigo y criar vacas, pero no tenía mucha tierra. Siempre pensaba que si tuviera más tierra sería más feliz y más rico.
Un día, Pajom escuchó que una señora que vivía cerca de su pueblo quería vender su tierra. Pajom pensó que era una buena oportunidad para comprar más tierra y así tener más cosechas y más ganado. Así que juntó todo el dinero que tenía y le compró a la señora un pedazo de tierra. Pajom se sintió muy contento y orgulloso de su nueva tierra.
Pero pronto se dio cuenta de que no era suficiente. Quería tener más tierra, porque así podría sembrar más trigo y criar más vacas. Así que vendió su antigua casa y su antigua tierra y se fue a otro pueblo donde había más tierra disponible. Allí compró otra parcela de tierra más grande y se construyó una nueva casa. Pajom se sintió aún más contento y orgulloso de su nueva tierra.
Pero tampoco le bastó. Seguía queriendo tener más tierra, porque así podría tener más cosechas y más ganado. Así que vendió su nueva casa y su nueva tierra y se fue a otro lugar donde había mucha más tierra disponible. Allí compró una gran finca con muchos campos y prados. Pajom se sintió el hombre más feliz y más rico del mundo.
Pero ni siquiera eso le satisfizo. Aún quería tener más tierra, porque así podría tener más trigo y más vacas que nadie. Así que vendió su gran finca y se fue a otro lugar donde había una tribu llamada los bashkirios. Los bashkirios eran unas personas muy sencillas y amables que vivían en la estepa, una gran llanura sin árboles ni montañas. Los bashkirios tenían mucha tierra, pero no la usaban para sembrar ni para criar, sino solo para pastar sus caballos.
Pajom llegó a la estepa y se encontró con los bashkirios. Les preguntó si podía comprarles un poco de su tierra. Los bashkirios se rieron y le dijeron que no vendían su tierra, sino que la compartían entre todos. Pero le hicieron una oferta muy extraña: le dijeron que podía tener toda la tierra que quisiera, con una sola condición: tenía que recorrerla en un solo día, desde el amanecer hasta el atardecer, marcando con un arado el límite de su propiedad. Pero había un truco: si no volvía al punto de partida antes de que se pusiera el sol, perdería toda la tierra y todo el dinero.
Pajom aceptó el trato sin pensarlo dos veces. Pensó que era una oportunidad única para conseguir toda la tierra que siempre había soñado. Así que al día siguiente, antes de que saliera el sol, se preparó para empezar su recorrido por la estepa. Los bashkirios le dieron un arado y un caballo y le indicaron el punto de partida.
Pajom empezó a caminar por la estepa, arrastrando el arado detrás de él. Quería abarcar la mayor cantidad posible de tierra, así que caminaba rápido y sin parar. Cada vez que veía un campo bueno o un prado verde, lo incluía en su recorrido, haciendo curvas y giros con el arado.
El sol empezó a subir por el cielo y Pajom seguía caminando sin descanso. Ya había recorrido una gran distancia, pero no quería volver todavía. Quería tener más tierra, porque así podría tener más trigo y más vacas.
El sol llegó al punto más alto del cielo y Pajom seguía caminando sin parar. Ya había recorrido una distancia enorme, pero no quería volver todavía. Quería tener más tierra, porque así podría tener más cosechas y más ganado.
El sol empezó a bajar por el cielo y Pajom seguía caminando sin detenerse. Ya había recorrido una distancia impresionante, pero no quería volver todavía. Quería tener más tierra, porque así podría tener más riqueza y más poder.
El sol se acercó al horizonte y Pajom se dio cuenta de que se le estaba acabando el tiempo. Miró hacia atrás y vio que había marcado un círculo enorme con el arado. Pero todavía le quedaba mucho camino por recorrer para volver al punto de partida. Se asustó y empezó a correr lo más rápido que podía, tirando del arado y del caballo.
El sol se puso rojo y Pajom seguía corriendo sin aliento. Ya había recorrido casi todo el camino, pero no sabía si llegaría a tiempo. Se angustió y empezó a rezar para que el sol no se pusiera antes de que llegara.
El sol tocó el borde del cielo y Pajom llegó al punto de partida. Los bashkirios estaban allí esperándolo. Le gritaron que lo había conseguido, que toda la tierra que había recorrido era suya. Pajom se sintió aliviado y feliz. Había logrado su sueño: tener toda la tierra que quería.
Pero en ese momento, cayó al suelo sin vida. Su corazón no pudo resistir tanto esfuerzo y se le paró. Los bashkirios se quedaron sorprendidos y tristes. Cavaron una fosa junto al punto de partida y enterraron a Pajom. Solo necesitaron dos metros de tierra para cubrirlo.
Y así termina el cuento de Cuánta tierra necesita un hombre de Tolstói.
Imagen de libro original Cuanta tierra necesita un hombre
Moraleja
La moraleja para Cuánta tierra necesita un hombre es que la avaricia rompe el saco, o sea, que el exceso de ambición puede traer consecuencias fatales. El cuento nos enseña que no debemos ser codiciosos ni egoístas, sino conformarnos con lo que tenemos y compartirlo con los demás. También nos enseña que la tierra no nos pertenece, sino que nosotros pertenecemos a la tierra, y que al final de nuestra vida solo necesitamos un pequeño espacio para descansar. ¿Te parece una buena moraleja?
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Si quieres saber más acerca de Cuánta tierra necesita un hombre puedes leer en Wikipedia.