Historia de un caballo de Tolstói

Historia de un caballo


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Historia de un caballo adaptación de Tolstói

Érase una vez, hace mucho tiempo, en un país muy lejano llamado Rusia, había un caballo muy hermoso y fuerte que se llamaba Jolstomer. Jolstomer era un caballo pícaro, de color blanco y negro, que tenía una marca especial en la frente: una estrella blanca. Jolstomer era un caballo de pura raza, que pertenecía a un señor muy rico y poderoso.

Jolstomer vivía en una gran casa con muchos otros caballos, pero él era el más admirado y el más querido por su dueño. Su dueño lo cuidaba mucho y lo hacía participar en carreras y desfiles, donde Jolstomer siempre ganaba y recibía muchos aplausos y premios. Se sentía muy feliz y orgulloso de ser el mejor caballo del mundo.

Pero un día, todo cambió para Jolstomer. Su dueño tuvo que irse a la guerra y dejó a su hijo al cargo de la casa y los caballos. El hijo no era tan bueno ni tan sabio como su padre. Era un joven caprichoso y cruel, que no sabía apreciar a los animales. Un día, decidió vender a Jolstomer a otro señor, que le ofreció mucho dinero por él.

Jolstomer se sintió muy triste y confundido al tener que dejar su casa y su dueño. No entendía por qué lo habían vendido, si él era el mejor caballo del mundo. Pero no pudo hacer nada para evitarlo. Tuvo que irse con el nuevo señor, que resultó ser un hombre malo y violento.

El nuevo señor no cuidaba a Jolstomer ni lo hacía correr ni desfilar. Solo lo usaba para tirar de un pesado carro lleno de mercancías, que tenía que llevar por caminos llenos de piedras y barro. El nuevo señor le pegaba con un látigo y le gritaba cosas feas. Entonces el caballo se sentía muy infeliz y humillado de tener que hacer ese trabajo tan duro y sucio.

Pero eso no fue lo peor para Jolstomer. Lo peor fue que el nuevo señor le quitó su nombre y le puso otro: Kolstomero. Le dijo que ese era el nombre que le correspondía a un caballo tan feo y viejo como él. Jolstomer se sintió muy ofendido y dolido al perder su nombre. Pensó que ya no era el mismo caballo que había sido antes.

Así pasaron muchos años para Jolstomer, o Kolstomero, como lo llamaban ahora. Cada día era más duro y más triste que el anterior. Su cuerpo se fue debilitando y deformando por el trabajo y los golpes. Su pelo se fue cayendo y ensuciando por el polvo y el sudor. Su espíritu se fue apagando y amargando por el desprecio y el olvido.

Un día, el malvado señor decidió vender al caballo a unos gitanos, que le ofrecieron muy poco dinero por él. Los gitanos eran unas personas muy pobres y nómadas, que vivían en caravanas y viajaban por todo el país. Los gitanos tampoco cuidaban a Kolstomero ni le daban un nombre. Solo lo usaban para tirar de una vieja carreta llena de trastos, que tenía que llevar por caminos aún peores que los anteriores.

Kolstomero se resignó a su destino y dejó de pensar en su pasado. Se olvidó de su verdadero nombre, de su verdadera raza, de su verdadero dueño. Se olvidó de su felicidad, de su orgullo, de su belleza. Solo pensaba en sobrevivir un día más, sin esperar nada bueno ni nada malo.

Pero un día, algo extraordinario ocurrió en la vida de Kolstomero. Los gitanos llegaron a una granja donde había muchos caballos purasangre, como los que él había conocido en su primera casa. Entre esos caballos había una vieja yegua gris, que se llamaba Serpukhovka. Serpukhovka era la madre de Kolstomero, a la que él no había visto desde que era un potrillo.

Serpukhovka reconoció a Kolstomero en cuanto lo vio. A pesar de su aspecto miserable y desfigurado, ella supo que era su hijo por la estrella blanca que tenía en la frente. Serpukhovka se acercó a Kolstomero y le habló con ternura y cariño. Le dijo que ella era su madre y que él era su hijo. Le dijo que él se llamaba Jolstomer y que él era un caballo pícaro, de color blanco y negro. Le dijo que él era un caballo de pura raza, que había sido el mejor caballo del mundo.

Kolstomero se sorprendió y se emocionó al escuchar las palabras de Serpukhovka. Al principio no podía creer lo que le decía, pero luego recordó su pasado y se dio cuenta de que era verdad. Recordó su nombre, su raza, su dueño. Recordó su felicidad, su orgullo, su belleza. Se sintió feliz y orgulloso de ser el hijo de Serpukhovka y el mejor caballo del mundo.

Pero esa felicidad y ese orgullo duraron muy poco. Los gitanos se dieron cuenta de que Serpukhovka era una yegua valiosa y decidieron robarla. Así que ataron a Kolstomero a un árbol y se llevaron a Serpukhovka con ellos. Kolstomero se quedó solo y desesperado, sin poder hacer nada para salvar a su madre. Solo pudo ver cómo se la llevaban lejos, mientras ella le gritaba que no la olvidara, que siempre lo querría, que siempre sería su hijo.

Y así termina el cuento de Historia de un caballo de Tolstói.

Historia de un caballo de Tolstói
Historia de un caballo de Tolstói

Moraleja de la adaptación Historia de un caballo de León Tolstói

La moraleja del cuento Historia de un caballo es que la vida es muy dura y cruel con los seres vivos, especialmente con los más débiles y los más diferentes. El cuento nos muestra cómo Jolstomer, un caballo noble y hermoso, fue maltratado y explotado por los humanos, que solo lo valoraban por su utilidad o su dinero.

El cuento nos enseña también que el amor y el respeto son los únicos valores que pueden dar sentido a la vida y aliviar el sufrimiento. El cuento nos invita a ser más compasivos y solidarios con los animales y con las personas, sin importar su aspecto o su condición. ¿Qué te parece esta moraleja?

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