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La roca de Sísifo, historia de la mitología griega
Érase una vez un rey muy astuto y poderoso llamado Sísifo. Él gobernaba la ciudad de Corinto, donde había mucha riqueza y comercio. Sísifo era muy inteligente, pero también muy engañoso y avaro. No le gustaba obedecer a los dioses ni respetar las leyes. Siempre buscaba la forma de obtener más beneficios, aunque fuera a costa de los demás.
Un día, Sísifo se enteró de que el dios Zeus se había enamorado de una joven princesa llamada Egina, y se la había llevado a una isla secreta. El padre de Egina, el dios-río Asopo, estaba muy triste y preocupado por su hija. Así que recorrió el mundo buscándola, pero nadie sabía dónde estaba.
Cuando Asopo llegó a Corinto, Sísifo lo vio y se le ocurrió un plan. Le dijo que él sabía dónde estaba Egina, pero que solo se lo diría si Asopo hacía brotar una fuente de agua en su ciudad. Asopo aceptó el trato, pues estaba desesperado por encontrar a su hija. Entonces, Sísifo le reveló que Zeus se había llevado a Egina a la isla de Eonea.
Asopo se fue corriendo a buscar a su hija, pero Zeus se enteró de que Sísifo lo había delatado. El dios supremo se enfadó mucho con el rey de Corinto, y decidió castigarlo por su traición. Le envió a Tánatos, el dios de la muerte, para que se lo llevara al inframundo.
Pero Sísifo no se rindió tan fácilmente. Cuando Tánatos llegó a su palacio, Sísifo lo recibió con una sonrisa falsa y le dijo que quería ver cómo funcionaban las cadenas con las que ataba a los muertos. Tánatos, confiado, le mostró las cadenas y se las puso él mismo para hacer una demostración. Entonces, Sísifo aprovechó para cerrarlas con un candado y dejar al dios de la muerte atrapado.
Mientras Tánatos estaba encadenado, nadie podía morir en el mundo. Los hombres seguían viviendo aunque estuvieran enfermos o heridos. Los dioses se dieron cuenta de que algo iba mal, y descubrieron que Sísifo había engañado a Tánatos. Entonces, enviaron a Ares, el dios de la guerra, para liberar a Tánatos y llevarse a Sísifo al inframundo.
Pero Sísifo tenía otro truco bajo la manga. Antes de morir, le pidió a su esposa Mérope que no le hiciera ningún funeral ni le ofreciera ningún sacrificio a los dioses. Así, cuando llegó al inframundo, pudo quejarse ante Hades, el dios de los muertos, de que su esposa no lo había honrado como merecía. Le pidió permiso para volver al mundo de los vivos por un día, para castigar a Mérope y enseñarle cómo debía tratar a los difuntos.
Hades accedió a su petición, pero le advirtió que debía regresar pronto al inframundo. Sin embargo, Sísifo no tenía ninguna intención de volver. Se quedó en Corinto durante muchos años, disfrutando de su vida y olvidándose de los dioses.
Los dioses no tardaron en darse cuenta de que Sísifo les había vuelto a engañar. Esta vez, Zeus decidió intervenir personalmente y enviar un rayo para matar a Sísifo. Luego ordenó a Hermes, el mensajero de los dioses, que lo llevara al inframundo sin dejarle escapar.
Cuando Sísifo llegó al inframundo por segunda vez, Hades estaba muy enfadado con él. Le impuso un castigo terrible: tenía que empujar una enorme roca por una colina muy empinada. Cada vez que estaba cerca de llegar a la cima, la roca se le escapaba de las manos y rodaba hacia abajo. Entonces tenía que empezar de nuevo desde el principio.
Así pasaba Sísifo sus días, sin descanso ni esperanza. Su trabajo era inútil y agotador. Nunca podía terminar su tarea ni sentirse satisfecho. Su castigo era un reflejo de su vida: había sido tan astuto y ambicioso que se había olvidado de lo que realmente importaba. Había desafiado a los dioses y a la muerte, pero al final había perdido todo lo que tenía.
Moraleja de la historia la roca de Sísifo
No seas como Sísifo, que solo pensaba en sí mismo y en sus intereses. Respeta a los demás y agradece lo que tienes. Vive con humildad y honestidad, y no te dejes llevar por la codicia y el orgullo. Así podrás ser feliz y evitar el castigo de los dioses.
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