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El Lobo y las siete cabritillas: adaptación del cuento de los hermanos Grimm
Había una vez una mamá cabra que vivía en una pequeña casa en el bosque junto a sus siete cabritillas. La mamá cabra quería mucho a sus hijos y los cuidaba con ternura. Un día, la mamá cabra tuvo que salir de casa para buscar comida, pero antes de irse, les advirtió a sus cabritillas que no abrieran la puerta a nadie, especialmente al lobo, porque era un animal peligroso.
Las cabritillas prometieron obedecer a su mamá y la vieron alejarse con una canasta vacía. Pasó un rato y de repente, alguien empezó a golpear la puerta. “Toc, toc, toc”, sonaba desde afuera. Las cabritillas miraron por la ventana y vieron a un lobo soplándose las patas para parecer amigable. Pero las cabritillas no se dejaron engañar y recordaron las palabras de su mamá.
El lobo, frustrado, decidió usar su astucia. Fue al mercado y compró hilo, tijeras y un tarro de miel. Luego, volvió a la casa de las cabritillas y llamó a la puerta nuevamente. Esta vez, cambió su voz y habló como si fuera la mamá cabra. “Mis queridas cabritillas, soy su mamá y he vuelto. Abran la puerta”, dijo el lobo.
Las cabritillas escucharon la voz, pero notaron algo extraño. ¡La mamá cabra nunca volvía tan rápido del mercado! Para comprobar si era realmente su mamá, le pidieron que mostrara sus patas por la ventana. Pero el lobo había cubierto sus patas con harina para que parecieran blancas como las de la mamá cabra.
Las cabritillas no se dejaron engañar y gritaron: “¡No eres nuestra mamá, eres el lobo!”. Asustado, el lobo se marchó.
Pero el lobo no se dio por vencido. Decidió usar otra estrategia para entrar a la casa. Fue a la panadería y compró harina. Luego fue a la carnicería y compró tripa de cordero. Con la harina y la tripa, volvió a la casa de las cabritillas.
Esta vez, el lobo se puso la tripa de cordero alrededor de su cuello para parecer la mamá cabra. Luego, golpeó la puerta y habló con voz suave, como si fuera la mamá cabra. Pero las cabritillas estaban atentas y nuevamente le pidieron que mostrara sus patas por la ventana.
Cuando el lobo intentó mostrar sus patas, las cabritillas vieron las garras afiladas y gritaron: “¡No eres nuestra mamá, eres el lobo!”. El lobo, furioso, se alejó de la casa.
Pero el lobo no se rendía fácilmente. Decidió usar su última estratagema. Fue a una tienda y compró una tarjeta de cumpleaños para una cabritilla. La colgó en su cuello y enrollo una bufanda alrededor de su boca para cambiar su voz. Luego, volvió a la casa de las cabritillas.
El lobo llamó a la puerta y habló con voz suave, ahora diferente. “Mis queridas cabritillas, soy su mamá y he olvidado las llaves. Por favor, abran la puerta para poder entrar y darles sus regalos de cumpleaños”, dijo el lobo.
Las cabritillas, cautelosas como siempre, le pidieron que les enseñara sus patas por la ventana. Pero el lobo, esta vez, había hecho guantes con piel de cabra para que sus patas parecieran de verdad.
Las cabritillas se miraron entre sí, dudando. Pero pronto notaron que la voz del lobo no sonaba como su mamá cabra y que las patas eran demasiado grandes. Con valentía, gritaron: “¡No eres nuestra mamá, eres el lobo!”
El lobo, enojado y desesperado, encontró una ventana abierta y saltó dentro de la casa.
Las cabritillas se asustaron al ver al lobo dentro de la casa, pero rápidamente idearon un plan para protegerse. Se dispersaron por la casa, escondiéndose en diferentes lugares. Algunas se escondieron detrás de los muebles, otras debajo de la cama y una se subió al armario.
El lobo las buscaba por todas partes, pero las cabritillas se mantenían en silencio y quietas. Mientras tanto, la mamá cabra regresó a casa y vio la puerta abierta. Entró en la casa y encontró al lobo intentando encontrar a sus hijos.
Con valentía, la mamá cabra utilizó sus cuernos para embestir al lobo y asustarlo. Finalmente, el lobo se dio cuenta de que no podría atrapar a las cabritillas y huyó por la ventana.
Las cabritillas salieron de sus escondites y se reunieron con su mamá, llenas de alivio. Celebraron su victoria y agradecieron a su mamá por protegerlas.
Desde ese día, las cabritillas aprendieron la importancia de ser cautelosas y no abrirle la puerta a desconocidos. También aprendieron que trabajar juntas y confiar en su mamá las había mantenido a salvo.
Fin del Lobo y Las Siete Cabritillas.
Moraleja de el cuento El Lobo y Las Siete Cabritillas
La moraleja de El Lobo y Las Siete Cabritillas es que debemos ser cautelosos y no confiar en desconocidos, ya que hay personas o animales que pueden hacer daño. Además, nos enseña el valor de estar alerta y seguir nuestras intuiciones para protegernos a nosotros mismos y a nuestros seres queridos. También destaca la importancia de trabajar en equipo y apoyarnos mutuamente para superar los desafíos. En resumen, la moral de este cuento es “No confíes en extraños y mantente unido con los tuyos para estar seguros”.
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